sábado, enero 22

El hámster se acuerda de su flor cuando una jaula aparece. Siempre fue su único defecto ser tan débil. Sus huesos podrían quebrarse con un mínimo de fuerza. Él, consciente, emprende su plan hasta que llega el momento de la retirada. Se lanza a la aventura, que no es más que, teniendo suerte, recorrer el pasillo hasta llegar a la puerta del jardín, que deberá estar abierta, y reunirse con ella. Él sabe que lo conseguirá porque diariamente, la jaula aparece y aquel hombre tal como le introduce, le hace salir y permite que explore. Su exploración mejora cada día. La puerta del jardín abre y cierra. Las flores siguen creciendo, de generación en generación. Y, aunque sus huesos sean más quebradizos cada vez, su disposición se hace más fuerte con el tiempo.

1 comentario:

  1. Hùm, hámsters...
    Eso me recuerda a Ratzilla, mi ratón.
    Cada vez que lo cojo con las manos parece que pueda aplastarlo pero...ay no.

    Que explore pues...
    el mundo es maravilloso.

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